Click en play:
Baltazar Benítez, Durazno 1944 – 12.07.2018 Tilburg (Holanda)
Lo recuerdo como si fuera hoy. Estaba yo dando mis primeros tumbos en este oficio de la guitarra clásica, cuando el tío (Jorge Risi) en una de sus tantas clases que le robé, me preguntó si yo tenía algún referente, un “ídolo”… Sin dudar respondí: “Baltazar Benítez!”
El tío volvió a preguntar: “Pero escuchaste a Julian Bream? Alirio Díaz? Andrés Segovia?”
“Si, claro!” –respondí- “me quedo con Benítez”.
Durante las clases que tomaba con Amílcar Rodríguez Inda, quien fue mi MAESTRO fundamental, él me contaba muchas cosas del “Negro” Benítez. Me mostraba las cartas y postales que se escribían con sus códigos de amigos. La alegría de Amílcar, las anécdotas, …todo agigantaba aún más la figura de Benítez en mi cabecita y también mi admiración.
Años después me tocó emigrar y estudiar con José Tomás (Guitarrista español, otrora asistente del mismísmo Andrés Segovia), con quien a la tercera clase discutimos de forma muy desagradable. Lo último que me dijo fue: “Debes corregir el pulgar, sino tendrás el mismo problema que tiene Baltazar Benítez”.
Fue la única de esas tres clases que me fui conforme, contento, casi felíz.
Quiso el destino que pocos años después tuve la oportunidad de estudiar con Baltazar. Vivíamos en Alemania y el viaje a Tilburg (Holanda), donde vivía Baltazar, me llevaba dos horas manejando. La primera vez que lo llamé él no me quiso atender. Hable con su señora, la cual me explicó su casi depresivo estado de ánimo, tras un largo quebranto de salud que no viene al caso contar. No obstante ella me invitó a que fuera a visitarlos y charláramos un rato.
Fui, con mi guitarra, y toqué algunas piezas de Piazzolla, precisamente en arreglos hechos por Benítez, y le expresé mi deseo de estudiar con él (fundamentalmente quería saber cómo lograba ese trémolo perfecto).
Él ya no quería dar clases. Sin embargo parece que mi visita tuvo cierta influencia anímica, pues tras la charlita de unas dos horas, me dijo que me esperaba la semana siguiente, para continuar charlando. Yo feliz.
No fueron muchas clases, pero eso si: muy intensas. Trabajamos varias piezas de Barrios, Piazzolla, la suite 3 de Bach y algunos Tangos arreglados por Rapat.
Nunca llegamos a establecer una relación más profunda…lástima. Pero bueno, es lo que me tocó.
Lo que sí sé, es que como guitarrista, además de un virtuoso técnico, es un intérprete fuera de lo común. Un Artista que se adentró con su guitarra clásica en todos los estilos posibles (incluyendo el tango arrabalero) y en cada obra, cada estilo, entregaba su personalísima y hermosísima interpretación. Dentro de los distintos lenguajes estilísticos, lograba ofrendarnos su aporte creativo en cada pieza.
Siempre digo que hay pocos colegas, cuyas interpretaciones me mueven el piso…Benítez es uno de ellos. Le he “robado” varias ideas interpretativas…y con mucho orgullo puedo decir que hasta hoy mantengo vivo “el mismo problema del pulgar”, al cual se refería el gran José Tomás.
PAH!!! dijera Amílcar,
GRACIAS Baltazar!
Les dejo aquí el link a uno de los programas de “Miércoles de Guitarra” (de Alfredo Escande y Numa Moraes…con permiso) dedicado a Benítez:
También les comparto este texto que escribió el colega Gonzalo Solari desde Italia (permiso Gonza), y que me gustó mucho por ser vivencias más o menos parecidas a las propias:
En aquel invierno montevideano y austral de 1971, yo tenía quince años y andaba a los piñazos con el Estudio N° 1 de Heitor Villa-Lobos.
Me lo había escrito a mano con su caligrafía inconfundible mi querido Maestro de entonces, el siempre recordado Amílcar Rodríguez Inda.
Apoyaba la guitarra boca abajo sobre sus piernas y el fondo de aquella Orozco que llenó mi adolescencia de arpegios y escalas, se transformaba en una mesita improvisada.
El timbre del cartero interrumpió la clase.
Amílcar bajó con su proverbial parsimonia.
Por la escalera había prendido su Montevideo Extra que apretaba entre el anular y el meñique de la mano derecha aun cuando no empuñaba la guitarra.
Él me enseñó a tocar aguantando el cigarrillo con esos dos dedos.
En aquella piecita del apartamento de la calle Evaristo Ciganda había que apartar el humo con la mano.
Volvió leyendo una carta cuyo sobre vacío asomaba por uno de sus bolsillos traseros.
-Pah, Gonzalo, tá brava la niebla!-dijo mientras agregaba rochense y castizamente:
-Sabes que me ha escrito El Negro?
-Qué Negro?-pregunté yo
-El Negro Baltazar Benítez
Me lo había escrito a mano con su caligrafía inconfundible mi querido Maestro de entonces, el siempre recordado Amílcar Rodríguez Inda.
Apoyaba la guitarra boca abajo sobre sus piernas y el fondo de aquella Orozco que llenó mi adolescencia de arpegios y escalas, se transformaba en una mesita improvisada.
El timbre del cartero interrumpió la clase.
Amílcar bajó con su proverbial parsimonia.
Por la escalera había prendido su Montevideo Extra que apretaba entre el anular y el meñique de la mano derecha aun cuando no empuñaba la guitarra.
Él me enseñó a tocar aguantando el cigarrillo con esos dos dedos.
En aquella piecita del apartamento de la calle Evaristo Ciganda había que apartar el humo con la mano.
Volvió leyendo una carta cuyo sobre vacío asomaba por uno de sus bolsillos traseros.
-Pah, Gonzalo, tá brava la niebla!-dijo mientras agregaba rochense y castizamente:
-Sabes que me ha escrito El Negro?
-Qué Negro?-pregunté yo
-El Negro Baltazar Benítez
Amílcar leyó la carta en voz alta.
Hoy mentiría si dijera que recuerdo el contenido pero me quedó prendado el "tono" eufórico de aquellas líneas que habían zarpado de una España aún más lejana para un canarito como yo que todavía vivía en Fray Bentos.
Lo que no olvidaré jamás es el encabezamiento: Querido sopeti.
Aquella fue la primera vez que oí hablar de ese amigo, compatriota y extraordinario guitarrista que fue Baltazar Benítez.
El destino lo golpeó duramente pero él se defendió como pudo y cuando ya estaba contra las sogas, le dio "áperca" en la mandíbula con sus grabaciones que son la mejor manera de esquivar golpes mortales y de recordarnos que ausencia no es olvido.
Hoy mentiría si dijera que recuerdo el contenido pero me quedó prendado el "tono" eufórico de aquellas líneas que habían zarpado de una España aún más lejana para un canarito como yo que todavía vivía en Fray Bentos.
Lo que no olvidaré jamás es el encabezamiento: Querido sopeti.
Aquella fue la primera vez que oí hablar de ese amigo, compatriota y extraordinario guitarrista que fue Baltazar Benítez.
El destino lo golpeó duramente pero él se defendió como pudo y cuando ya estaba contra las sogas, le dio "áperca" en la mandíbula con sus grabaciones que son la mejor manera de esquivar golpes mortales y de recordarnos que ausencia no es olvido.
Y no pueden faltar algunas de las interpretaciones que más me conmueven de la guitarra de Benítez, algo así como “Benítez Esencial”:
1. el segundo movimiento de la sonatina de Moreno Torroba que escuchamos al inicio, y además:
2. “El último canto”, de Agustín Barrios
3. Vals Op8 Nº4, también de Barrios
4. Preludio de Suite BWV 996, de J.S. Bach
SALUD!!!!
Muy lindo y elocuente texto, querido Pablo! Y muchas gracias por compartir uno de los programas que hicimos con Numa dedicados a las grabaciones del gran Baltazar. Abrazo grande!
ResponderBorrar