viernes, 2 de marzo de 2018

DANIEL


Como siempre: primero “click” en “play”




El blog de hoy va dedicado a Daniel Viglietti.



Qué se puede decir? 
Qué puedo decir YO?  

No voy a escribir datos sobre Daniel…que ya todos sabemos, tampoco escribiré lo obvio: su calidad de cantautor latinoamericano y todas esas cosas…
Ya todo se ha dicho, son cosas sabidas (aunque los más jóvenes aún lo desconozcan y esté latente la amenaza de que su figura caiga en el olvido de estas nuevas generaciones, por increíble que nos parezca).
Solo puedo contar unas poquitas cosas que vivencié desde mi infancia, y que sin duda - vaya a saber en qué medida - influyen en mi presente de guitarrista, o bien: en mi labor de militante con guitarra. 

Vamos a exprimir un otro gajo de guitarra.

Lo primero que surge es una vaga reminiscencia de una sensación… un nerviosismo, entusiasta y con una pizca de temor de niño chiquitito, al momento de entrar al NEMUS para tocar un tambor, en lo que supongo sería un curso de iniciación musical a cargo de Daniel.
No se…yo tendría unos cuatro o cinco añitos.
En el mismo NEMUS en el que 20 años después – al regreso del exilio – tuve unas clases de solfeo.

Recuerdo también la sensación de alerta y de tener que irse rápido, con la mano de mamá apretando bien fuerte la mía, cuando en un acto en la calle, mientras Daniel cantaba “El Chueco Maciel”, se aproximaban como un sonido lógico y esperado las sirenas de los patrulleros…  

Alegría sentía, y orgullo mientras zapateaba, cuando sonaba la “Canción de Pablo”, convencido de que la había escrito para mí. 

Otra sensación era de asombro y maravilla, cuando (ya en el exilio) paraba Daniel en casa y nos entretenía a mis hermanos y a mí con trucos de magia de “El Mago Viglietún”


Una sensación de angustia, pero también de abrigo, así como de lazo indisoluble con mis hermanos, al escucharlo cantándonos en un acto solidario (siempre solidario) su canción “El corazón de mi padre”:
El corazón de mi padre es un latido
Que malherido palpita, que sigue vivo.
El corazón de mi padre es la campana
Que en medio de tanta sangre trae la mañana.

El corazón de mi padre es una fruta;
Al pie del árbol madura, nos llama y junta.
El corazón de mi padre es como un puño,
Es como aquel protector nacido en junio.

Daniel fue un compañero más, de los tantos que pararon en casa durante el exilio en Alemania, desde el viejo Erro, pasando por Sassano y el Gringo López, hasta Numa Moraes o Mario Benedetti, todos nos dejaron cosas importantes: valores, dolores, sensaciones, esperanzas, utopías.
Rabia, mucha rabia me hizo sentir, las esvásticas tajeadas en las piernas de Soledad Barret.
Placer, leyendo a Roque Dalton, pulgarcito de Poeta.
Mi hija se iba a llamar Ana Clara, casi como afirmación de un amor que se nutre del compañerismo
Ya siendo yo un estudiante de guitarra, recuerdo que le hice una “entrevista” devenida en charla, sobre cuestiones guitarrísticas.


Ahora de grande, se me adentra una sensación de vacío pensando que el tipo se nos murió.

Ahora de grande, escucho la canción del Chueco y aquellas sirenas vuelven sonar en mi cabeza. 
Parece que solo yo las escucho. 

Ahora de grande, me intriga saber si para la canción “Por todo Chile”, Daniel no se habrá inspirado en la Sonata Nº 20 D959 para piano de Schubert. Esta que estamos escuchando.

Ahora de grande quise dedicarle una composición a Daniel

Ahora de grande quise componer un tango, humilde,

Y me puse a improvisar sobre músicas de Daniel

Y salió esto:


Arriba los que luchan!   
Porque esto, corte y hacha, no acabó.