sábado, 27 de octubre de 2018

HUELLAS


Click en play:


Me ha sucedido varias veces tener un diálogo más o menos así:
-Alguno de tus padres son músicos?
-No…mi  tío es músico, pero no tenemos vínculos biológicos, es mi tío político.
-Mirá vos! Así que la música no te viene de familia?
- y… yo creo que si…pero bueno…
   (dato curioso e intrafamiliar: mi oficio es músico. La profesión de mi padre fue la de contador público. Mi primo – el hijo del tío músico – resultó ser economista.)

En el aporte de hoy veremos qué relación tenemos los humanos con los intervalos de 4ª y de 5ª (ver blog anterior), analizaremos qué tiene que ver esto con el cariño, con el afecto y en definitiva qué es un engrama mnémico, pero desde un enfoque accesible para todo el mundo, concreto y aplicado…audible.

Este tema tiene varias aristas, tratemos de ordenarlas un poco:

Existe un aspecto físico y biológico en cuanto a nuestra capacidad de percepción sonora. Esto, es nuestra natural capacidad auditiva que nos limita a cierto rango de percepción acústica (todos sabemos que por ejemplo los perros captan sonidos que para nosotros son inaudibles), pero también existe –aún antes de poder captar el sonido acústico con nuestros oídos – la percepción en forma de vibraciones del sonido desde la “vida” intrauterina. Desde los sonidos fisiológicos del cuerpo materno (fluídos, latidos del corazón, etc.) hasta la voz y el canto de la madre. Sin duda esto ya va formando desde el vamos, una primera experiencia de percepción en nosotros.

Según Rolando Benenzón (uno de los capos más capos de la musicoterapia), todo lo que empezamos percibiendo en esa primerísima etapa de nuestra existencia, está relacionado siempre con el movimiento – de ahí la relación con lo rítmico – y con algo tan esencial que es identificar en esos “sonidos” y “movimientos” un significado vital. 
Se empieza a formar nuestra individual impronta de recuerdos sensoriales, algunos especialistas lo llaman el “imprinting” sonoro.
Simplificando: lo que Benenzon determina como el engrama mnémico, la huella mnémica, son ese “imprinting” sonoro,  y “el mosaico genético heredado, donde se localizan las experiencias del acervo folklórico de la persona, correspondiente a la vida de sus antepasados, raza, medio cultural”. 

No es poca cosa.


Otro aspecto que surge a raíz justamente de las condicionantes físicas (en tanto hecho acústico) y biológicas (en tanto capacidad auditiva), es la relación que descubrimos en los intervalos de 4ª y de 5ª. En el blog anterior vimos qué son lo que en música llamamos “intervalos”, y vimos también como gracias a Pitágoras (entre otros), descubrimos  la OCTAVA.

¿Somos capaces de percibir la similitud de los sonidos que forman la 8va.?

Veamos algunos breves ejemplos:
Primero escuchamos el salto ascendente (de grave hacia agudo) de estas notas:

Luego, las mismas notas pero de modo descendente:
Ahora las mismas dos notas pero juntitas:

…escuchamos como se “funde” el sonido de ambas hasta parecer uno solo.


Veamos brevísimos ejemplos musicales con octavas:
Somewhere over the rainbow (las primeras dos notas):

Marcha Op.48  de Fernando Sor, primero solo la nota superior y luego en octavas:



Profundicemos ahora un poco en los intervalos de 5ª (y de 4ª)

Dado que estructuramos el intervalo de 8va en nueve “escalones”, es que podemos ver claramente una relación entre los intervalos de 5ª y de 4ª (5+4=9), en música decimos que son intervalos complementarios.

Bien. Cuando escuchamos al inico de una canción un determinado tono (llamémosle TÓNICA) nos da el tono fundamental: establece un centro tonal. Sucede que dentro de los 9 escalones mencionados, nuestro oído capta una estrecha relación sonora entre esa TÓNICA y el tono del 5to. escalón (llamado DOMINANTE).
Explicación simple de este fenómeno: establecemos esta relación porque en la dominante identificamos aún sin saberlo, al primer armónico de la tónica. (armónicos son aquellos soniditos que suenan por debajo del tono principal)
Se entiende?
O sea: cuando suena la tónica, supongamos un DO, el armónico que suena más fuerte y que percibimos casi a nivel inconsciente, es un SOL. 
Como humanos que somos relacionamos entonces naturalmente el DO (tónica) con el SOL (dominante), que resulta estar en el quinto escalón partiendo del DO, formando entre ellos un intervalo de 5ª.


Por su carácter de complementariedad también establecemos una estrecha relación con los intervalos de 4ª (en este caso FA).
Como seres sensibles sentimos que se forma entre la tónica y la dominante dos polos de atracción.

Siempre vamos a desear volver a nuestro centro tonal. Una melodía suele salir de paseo, partiendo desde su “centro tonal” y volviendo a él, en ese paseo de seguro pasará por su dominante, como encontrando el rumbo y el deseo de volver.

Escuchemos ejemplos. Primero el centro tonal, y luego una breve melodía para poder apreciar como sale de paseo y luego vuelve:



(con pifia incluida, disculpen)
Aún a riesgo de ser repetitivo:
La mejor explicación nos la da Ernset Ansermet (para profundizar guglueénlo porque vale la pena):
“Resulta que esa dominante está indicada por un sonido que equivale al segundo armónico del sonido primero; pero tengamos cuidado: lo que la consciencia reconoce en ese sonido no es el segundo armónico; lo que reconoce es el sonido pariente más próximo, para ella, del primero, es decir que establece entre ellos una relación interna; hace un acto de reconocimiento afectivo y la relación que establece es, en consecuencia, de naturaleza afectiva”

A nivel afectivo sentimos que la tónica atrae a la dominante. Esto es bien importante.


Y de la mano de Ansermet pasamos a la tercera y más interesante arista del tema, que se refiere al humano en forma universal, considerando que:
es un ser que se significa en los fenómenos
es un ser “curioso” por naturaleza, capaz de aprender
es un ser ético
es un ser que crea comunicación, comunidad y cultura

…pero será en un próximo blog. (con más y mejores ejemplos musicales)

Salud!
Pablo

La yapa
Chiste de músicos:  
a mi mujer le llamo “SI”… porque es dominante de MI.

sábado, 29 de septiembre de 2018

INTERVALO


Como siempre: click en play

En el aporte de hoy, explicaremos un tema que para la mayoría de las personas sin conocimientos específicos de lenguaje musical (solfeo y armonía), seguramente es una incógnita: los intervalos.

Intentaremos explicar de modo accesible, casi simplista, pero con fundamento.
En nuestra cultura occidental hemos ordenado los sonidos. 

La música es eso: sonidos ordenados en el tiempo.
Los primeros registros que tenemos de un “ordenamiento”, fueron las investigaciones realizadas por Aristógenes de Tarento (354-300 a. C), y Pitágoras (c. 569-c. 475 a. C). 

Entre experimentos empíricos, cálculos matemáticos y disquisiciones filosóficas… lo importante fue descubrir –monocordio mediante – que entre el sonido de la cuerda vibrando libremente en toda su extensión, y el sonido de exactamente la mitad de ella, existe una relación sonora determinante. 

Siempre que se produce un sonido, no es nunca solamente UN sonido, sino que además resuenan de modo menos audible unos soniditos que llamamos “armónicos” (en otros idiomas: “sobretonos”, o “subtonos” o también “tonos-flageolett”, por su parecido a los sonidos producidos por ese tipo de flauta).
La relación que descubrieron los antiguos griegos entre estos dos sonidos,  es que en ambos  (cuerda libre y media cuerda) resuenan los mismos armónicos. Algo que nuestro oído humano percibe claramente y nuestro cerebro lo clasifica como similitud.  
En realidad lo que sucede es que se doblan las vibraciones de la cuerda, por lo que se da la relación de frecuencias 2:1
Ahora, ¿qué pasa con todo los sonidos que podemos producir dentro de ése rango? Si en vez de hacer vibrar la mitad de la cuerda, hacemos vibrar la tercera parte de ella? Y la cuarta parte? Y asi…?
Todos esos distintos sonidos había que ordenarlos. 

En nuestra cultura occidental los ordenamos en siete sonidos distintos, con lo cual llegamos a que -  entre el sonido de la cuerda libre y el de la media cuerda -  existen OCHO “escalones”. 

Bien. 
Se hizo menester encontrar una manera de medir las diferencias de altura sonora de estos siete sonidos distintos. Para peor estas diferencias no siempre guardaban la misma relación.

La unidad de medida que se estableció es: el TONO y el SEMITONO  (o bien: MEDIO TONO) y las distancias sonoras entre un sonido y otro es lo que llamamos INTERVALO.

También hubo una muy interesante evolución en la denominación de cada uno de estos siete escalones sonoros, hasta que finalmente llegamos a las que todos conocemos: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, y nuevamente Do (el sonido similar al primero).    

O sea que el INTERVALO entre el primer DO y el siguiente DO, es una OCTAVA (contando cada uno de los escalones e incluyendo los dos Do).
Del mismo modo podemos apreciar que la distancia entre el primer Do y el Sol, es un INTERVALO de 5ª.

PROBLEMA: tenemos que clasificar los distintos tipos de intervalos, según las distancias sonoras que abarcan y –como ya habíamos mencionado - las distancias no son siempre iguales.
Veamos: del Do al Re tenemos un intervalo de 2ª cuya distancia sonora es de un TONO, pero del Mi al Fa también tenemos un intervalo de 2ª aunque la distancia sonora es de un SEMITONO. 
Por lo que vamos a diferenciar estos intervalos como 2ª MAYOR y 2ª MENOR.
Escuchemos ejemplos sonoros para confirmar como nuestro oído percibe esa diferencia:
2º mayor (ascendente y descendente):

2ª menor (ascendente y descendente):

Tenemos entonces varios y distintos tipos de intervalos musicales.
Los músicos estamos acostumbrados a distinguirlos, entrenamos para eso, y diferenciamos cuando el cambio de tono es ascendente o descendente (es decir hacia lo agudo o hacia lo más grave). Recuerdo los tortuosos dictados musicales en clases de solfeo: la Profe tocaba las melodías en el piano y uno tenía que ir escribiendo las notas que escuchaba.  

Ahora viene la parte divertida del blog de hoy:
Como distinguir intervalos – siendo un simple mortal – en base a canciones y músicas  conocidas:

2ª menor (1 semitono)
Por ejemplo el “ti ra ti ra ti” característico de “Para Elisa” de Beethoven:
o el “chan-chan-chan-chan…” de El Tiburón Blanco”:
o el “durúm durúm..” de la Pantera Rosa, ahí tenemos dos intervalos consecutivos de 2ª menor:

2ª mayor (1 tono)
En la canción del cumpleaños, el primer intervalo cuando dice “que los cump-la ..”:
O al inicio de “Noche de Paz”, cuando dice ”Nooooche de..”  antes de  “Paz” (donde aparece un intervalo de 
3ªmenor):

3ª menor (1 tono+1 semitono)
La Marcha turca de Beethoven (está plagada de 3ªs menores):

Y así….

Pero lo que resulta más interesante –en vistas a un futuro blog – es que nos amiguemos con los intervalos de 4ª y de 5ª, para ello van estos ejemplos:
1. el principio de “Arroz con leche”
2. los finales de casi todos los tangos (el “Chim-Pum”)
3. la Primavera de Vivaldi (cuando al final de cada gesto musical asciende a  la nota más aguda)
4. Invitados a tomar el Té, de María Elena Walsh
5. el brujito de Gulubú
6. Pequeña Serenata Nocturna, de Mozart


En algún próximo aporte veremos qué relación casi biológica tenemos con esto de los intervalos, con el ritmo, con el misterio, los ritos y el amor.
A modo de adelanto les dejo algunas canciones de cuna:
Navajo:
Azteca:
Maya:

Que duerman bien.